Christopher Tang
A medida que la economía de China se desacelera, todos defienden la idea de que China debe innovar. Según un informe preparado por McKinsey Global Institute en 2015, China debe crecer mediante la innovación. En cierta medida, el gobierno de China ha plantado muchas semillas para pasar de una economía manufacturera a una economía de la innovación. Por ejemplo, China invierte más de US $200 mil millones en investigación (en segundo lugar, superado solo por Estados Unidos), subvenciona más de 30.000 doctorados en ciencia e ingeniería, y es líder mundial en solicitudes de patentes (más de 820.000 en 2013). China ciertamente tiene el conocimiento, pero le falta la implementación. Ésta es la razón.
Desde la reforma económica iniciada por Deng Xiaoping en 1978, China ha aprovechado simplemente su tamaño como mercado de mano de obra barata y de consumo para convertirse en la “fábrica del mundo” y en el “mercado de consumo del mundo”. En las últimas dos décadas, muchos fabricantes chinos importantes se centraron en la imitación (es decir, en el desarrollo de productos similares de aspecto y/o funcionalidad semejante a las marcas mundiales) pero a precio del mercado chino. Debido a la competencia mundial, la economía de China no puede crecer a menos que las empresas chinas puedan desarrollar productos y servicios verdaderamente innovadores. Sin embargo, sin una fuerte protección de la propiedad intelectual, incluso las empresas chinas se muestran renuentes a invertir fuertemente en investigación y desarrollo (R&D) para innovar. ¿Por qué? Las falsificaciones son el “enemigo al acecho”.
Aunque China se enriqueció (más de 1 millón de millonarios y 109 millones de chinos de clase media con una riqueza de entre $50.000 y $500.000) y aunque se incorporó como miembro de la Organización Mundial de Comercio en 2001, China continúa siendo el mayor productor del mundo de productos falsificados. Según la Dirección de Aduanas de EE. UU., más del 50% de los productos falsos incautados en 2015 estaban hechos en China. Según The Economist, de todos los productos incautados que se reportaron a la Organización Mundial de Aduanas (World Customs Organization) en 2013, más del 84 por ciento de la mercancía falsificada, desde medicamentos (por ejemplo, Viagra falso) a productos de cuero (por ejemplo, bolsos Louis Vuitton falsos), eran provenientes de China (Figura). Las falsificaciones inhiben la innovación en China. ¿Qué puede hacerse al respecto?
Con tantos falsificadores e imitadores al acecho, ¿cómo pueden las empresas chinas invertir en investigación y desarrollo (R&D) sin temor a ser copiados? Recientemente la guerra contra las falsificaciones en China está mejorando. Tras descubrirse que Taobao, la tienda en línea de Alibaba, vendía productos falsificados, Alibaba prometió combatir la falsificación de mercancía uniéndose a la Coalición Internacional contra las Falsificaciones (IACC: International AntiCounterfeiting Coalition) en 2016. Sin embargo, mientras China tenga cadenas de suministro encubiertas y eficientes para producir y distribuir productos falsificados, la guerra contra las falsificaciones puede ser eterna.
En lugar de simplemente concentrarse en el “suministro” de falsificaciones, quizás uno debería también enfocarse en la “demanda” de falsificaciones en China. Conociendo el miedo a la vergüenza de los consumidores chinos, quizás las principales marcas chinas y las marcas globales pueden usar las redes sociales como Sina Weibo y WeChat para enseñar al público formas de identificar las falsificaciones y para crear una cultura en la que poseer mercancía falsa sea bochornoso. Esta cultura de la vergüenza puede frenar la demanda de falsificaciones, especialmente si las personas que poseen las falsificaciones temen quedar expuestas.
El uso de las fuerzas policiales para suprimir el suministro y el uso de las redes sociales para avergonzar a los propietarios de falsificaciones para detener la demanda hará disminuir el mercado de las falsificaciones. Encoger el mercado de las falsificaciones permitirá que China cultive una economía de la innovación.
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