Por Pavel Castka y Charles Corbett
La cantidad de etiquetas voluntarias que certifican algunos atributos ambientales y/o sociales de productos sigue aumentando, y ya ha pasado el punto en el que la mayoría de los consumidores están muy confundidos acerca de cómo elegir entre ellos. ¿Al comprar café, debería enfocarme en la "certificación orgánica", debería buscar una etiqueta de "Comercio justo" o una certificación de Rainforest Alliance? ¿Al comprar productos de limpieza del hogar, debería buscar el logo de Cradle-to-Cradle o el Green Seal? Estas preguntas se hacen por toda la cadena de suministro: por los consumidores, pero también por los minoristas que pre-seleccionan los productos para los consumidores, los fabricantes que eligen cuáles etiquetas usar y por parte de agricultores y otros proveedores que tienen que decidir con cuáles requisitos de etiquetas (si los hay) deben cumplir.
No podemos responder a la primera pregunta, pero si la reformulamos como “¿cuál etiqueta ecológica tiene la mejor gestión?”, entonces se puede hablar un poco más. El tema de la confianza (o credibilidad) de las etiquetas ecológicas es fundamental para todo el ecosistema involucrado con estas etiquetas: los mismos "dueños" de las etiquetas, los auditores que determinan si un producto o empresa cumple con los requisitos de la etiqueta, las agencias de acreditación que supervisan a los auditores, los asesores que ayudan a las empresas cumplan con los requisitos y los gobiernos y organizaciones no gubernamentales que también juegan varios roles. Una organización líder en este espacio es la ISEAL Alliance, que ha publicado recientemente los principios de las normas sociales y ambientales voluntarias para ser creíble y eficaz.[1] Esos principios son la sostenibilidad, mejora, relevancia, rigor, compromiso, imparcialidad, transparencia, accesibilidad, veracidad y la eficiencia. Es imposible sobresalir en diez dimensiones a la vez y es difícil saber cómo hacer intercambios entre estos principios. Una etiqueta puede tener un sistema de gestión que sea muy eficiente, el cual, por lo tanto, extrae la cantidad mínima de dinero posible de las organizaciones participantes y, por tanto, es muy accesible, pero dicha eficiencia puede venir a costa del cumplimiento inferior del uso correcto de la etiqueta y por consecuencia, menor veracidad. En cualquier caso, tan importante como sean cada uno de estos atributos, no son cuantificados fácilmente; vale la pena luchar por cada uno de los principios, pero no hay ninguna orientación sobre cuál atributo específico tiene más o menos peso en la evaluación de una etiqueta ecológica.
Es relativamente fácil discernir sobre algunos atributos de las etiquetas. Para algunas etiquetas, las auditorías pueden incluir auditorías de terceros por verificadores acreditados y visitas obligatorias a los sitios en el campo, mientras que otras etiquetas sólo podrán exigir la verificación de una segunda parte y la inspección de los documentos. Algunas etiquetas incluyen un requisito de la cadena de custodia, mientras que otras no lo tienen. Para algunas etiquetas, el proceso de establecimiento de normas es abierto y basado en el consenso, mientras que en otros casos se hace de una manera más privada. ¿Importan estas prácticas en la elaboración de una etiqueta más o menos creíble en general? Para responder a esta pregunta, encuestamos a un grupo de expertos en el mundo de las etiquetas ecológicas, desde los principales minoristas, empresas, agencias gubernamentales, organizaciones no gubernamentales, grupos de consumidores y consultores, de los EE.UU. y Europa.[2] Les presentamos una lista de 40 etiquetas ecológicas diferentes y les preguntamos cuán bien gestionadas ellos consideraban que estaba cada etiqueta. Esto lo combinamos con los datos de www.ecolabelindex.com y otras fuentes para determinar si una etiqueta requiere de auditorías externas, visitas a las instalaciones de campo, etc. Lo que encontramos fue que la mayoría de esas prácticas de gestión no parece marcar una diferencia en la evaluación general de los expertos para una etiqueta. Requerir visitas a los sitios de campo, la cadena de custodia o tener un proceso normativo basado en el consenso abierto, no fueron asociados con una mejor gestión global. Incluso hacer auditorias de terceros, por sí mismo, no marcó la diferencia; lo único que se asoció con una mejor gestión fue el requisito de que los propios auditores tenían que estar acreditados.
¿Qué significa esto? Nuestra interpretación es que los expertos reconocen que cualquiera de estas prácticas y requisitos, a pesar de que suenan bien por sí mismos, pueden ser implementados de manera más o menos significativa. Por ejemplo, si los expertos saben que las “visitas al campo” requerida por una etiqueta en particular son de hecho muy superficiales, la sola presencia de ese requisito no va a contribuir a una percepción de una mejor gestión. El establecimiento de normas abiertas y basadas en el consenso también está sujeto a interpretación; por lo general es imposible incluir todos los grupos posiblemente pertinentes de las partes interesadas en el establecimiento de normas, de manera que “abiertas y basadas en el consenso” adquiere un significado diferente dependiendo de cuáles interesados no fueron parte de dicho consenso. Al parecer, la supervisión adicional de una norma que somete a los auditores a un proceso de acreditación no proporciona más tranquilidad sobre la gestión global para dicha norma.
En resumen, al evaluar si una etiqueta ecológica parece estar bien gestionada, no parece que a los expertos de nuestra muestra solo les baste con ver si algún requisito específico está presente o no, sino que buscan principalmente la existencia de una capa adicional de confianza integrada en el sistema. Además de convertirse en una fuerza creciente en todas las cadenas de suministro globales, las etiquetas ecológicas están creando sus propias cadenas de suministro de seguridad y evaluación.
[1] ISEAL (2013). Principios para sistemas estándares de sostenibilidad creíbles y eficaces. Principios de credibilidad ISEAL. Londres: ISEAL Alliance.
[2]Para ver más detalles sobre este estudio, vea “Governance of Eco-Labels: Expert Opinion and Media Coverage”, Pavel Castka y Charles J. Corbett, Journal of Business Ethics, 2014; DOI 10.1007/s10551-014-2474-3
Recent Comments